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26 feb 2016

PARA EL AMANECER


Fue la despedida, pero no fue brusca. Fue un adiós lento, paulatino, hasta que un día, al despertarnos, ya no quedaron más palabras, ya no hubo más besos. El que hasta entonces era nuestro mundo, de repente, se tornó vacío y sin sentido.

Nos culpamos el uno al otro de nuestra mutua desidia.
Nos culpamos de la falta de interés, de la rutina, de los silencios, de la apatía.
Perdimos el tiempo lanzándonos acusaciones, buscando porqués, sin saber que con ello perdíamos la última oportunidad que quizá nos quedaba.

Nos pudo el orgullo. Nos pudieron los silencios tercos; esa sensación de querer y no poder; el miedo a acercarnos, porque sentíamos que ya estábamos fuera de lugar y de tiempo. Tiempo.

Tiempo perdido cada uno de los segundos que desde entonces pasé culpándome, culpándote, dándole vueltas a por qué ya no estaba contigo.

Fue el silencio. Ese maldito silencio nacido del miedo a sufrir.
Ese que me atenazaba el alma y que impidió que te dijese lo que de verdad sentía en todos y cada uno de aquellos momentos en los que tú esperabas, en vano, una señal.

Ese silencio que se aferraba a mi garganta impidiéndome gritar a los cuatro vientos que sí, que sentía, que te amaba, que para mí la historia no estaba acabada...

Fue el silencio. Ese maldito silencio nacido del orgullo.

Ese que se aferraba a tus dedos cada vez que sentían la tentación de deslizarse por el teclado para escribirme o comenzaban a marcar mi número con la esperanza de escuchar mi voz.

Ese silencio que encarceló tu alma, antes libre, impidiéndote confesarme abiertamente que sí, que sentías, que me amabas, que para ti la historia no estaba acabada...

Fue el silencio el que acabó con nuestra historia, pero el silencio no llegó solo. Fuimos nosotros quienes lo trajimos a nuestras vidas, quienes lo invitamos a dormir entre los dos, cada noche, en nuestra cama.

Fuimos los culpables, en igual grado. Nos rendimos al miedo, al orgullo, abandonamos la lucha... Callamos. Callamos porque era más sencillo que arriesgar.

Callamos porque en el fondo, quizá nunca estuvimos preparados para darnos, para amar...

Acallamos a nuestros corazones, les pusimos una coraza y... nos pudo el silencio.












SUSURROS


Sueño con tu sonrisa cada mañana. La forma en la que tus ojos se achinan y muestras tu perfecta dentadura me dice que eres feliz, que me quieres.

Tus manos acarician mi piel, pero es mi alma la que agitas en su interior. Tus brazos me rodean y sé que no hay otro lugar al que pertenezca.
Tus ojos me dicen todo cuanto necesito saber, pues cuando brillan, puedo ver los míos reflejarse.

Cuando suspiras, son mis sueños los que se convierten en imágenes. Imágenes que empiezan a sucederse lentamente como si de un film antiguo se tratara.
Ese gesto, en el que te deshaces de aquel reloj de acero cuando la noche está bien entrada, hace que quiera entregarte todo mi tiempo, que el resto del día no tenga sentido si no termina contigo, en ti.

Porque tus besos detienen mi vida, pero a la vez la aceleran, siendo tus labios los únicos que soy capaz de sentir. Porque eres capaz de secar mis lágrimas y hacer que el resto de mi cuerpo sude, de convertir el negro en blanco, sin rozar siquiera alguno de los tonos grises. Conviertes mis horas en segundos y mis años en días. Y el tiempo pasa así rápido para nosotros, casi sin dejar huella, como un ciclón que todo lo arrasa a su paso.

Adueñándote de mis noches consigues que mi cuerpo no se sienta cansado, porque ya no necesito el sueño. No necesito el sueño porque tú eres mi sueño. Un sueño que jamás se hará realidad.

De amor vivo. Y sin amor, hoy, muero.






ESTO ES DIFICIL DE AFRONTAR MUY DIFICIL.


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Esto es difícil de afrontar, muy difícil. Cuesta digerir que has dejado de ser la prioridad, lo que movía la vida de quien es el motor de la tuya. Desgraciadamente, cuando te das cuenta, no hay nada que hacer. Duele y sólo quienes han pasado por algo así son conscientes de cuánto duele, del nudo que te cierra el estómago y te impide respirar, de las ganas de llorar, de romper con todo, de echarte a la carretera por años... y girar, girar y girar... sin hacer de ninguna ciudad tu hogar permanente.

Dicen que con el tiempo te serenas, que cada cosa dura lo que tiene que durar, incluso el dolor. Que esa sensación de angustia y de abandono desaparece y que apenas quedan rondando por tu cabeza algunos recuerdos.

Eso dicen. A saber si es verdad...




¿ SER BUENO O SER TONTO ?

Ay tres tipos de personas, o eso me decía mi madre: los buenos, los malos y los “tontos”. Yo, a día de hoy, sólo tengo claro que no pertenezco al grupo de los malos, pero dudo entre las otras dos opciones.

El grupo de los buenos está formado por personas con bondad innata, de esa que en el mundo ─desgraciadamente─ poca queda y, para más inri, tiene el peligro de corromperse, o lo que es peor, destruirse por completo.

Sin embargo, ¿quién puede hacer añicos al espíritu genuino de los buenos?

Obviamente, su antagonista: ¡los malos! Reconocer a este grupo puede ser una tarea bastante complicada ─a no ser que sus hechos sean tan exageradamente malévolos y estén muy a la vista de los demás─, sobre todo, cuando al principio, se colocan la máscara del grupo de los buenos. Todavía me pregunto cómo lo consiguen... ¡realmente se hacen pasar bien por uno de ellos! Su nombre los describe y poco hay que decir de esta especie. Simplemente, hacen daño. No hay motivo. No hay un punto exacto. Sólo ganas, conscientes, de lastimar.

Por último, están los “tontos”. Suelen ser buenos ─aunque algún tonto malo me he encontrado yo por ahí, ¡no lo voy a negar!─ pero suelen sufrir demasiado.

¿Por qué? Porque a veces se aprovechan de ellos. Pueden aguantar ofensas, malas palabras y asumir culpas cuando ni siquiera son suyas propias. Pueden soportar las lágrimas, estar tristes y no decir ni una sola palabra, fingir una sonrisa y hasta ser el florero del grupo infinitas noches con tal de hacer felices a sus amigos.

¡Oh! ¡Discúlpame! Seguramente te preguntarás porqué he puesto las comillas en la palabra “tontos”. Yo te lo explico: el que es bueno, ¡es bueno!. El que es malo, ¡es malo!. Sin embargo, el que es “tonto” realmente lo es a la mitad.

Sabe perfectamente el daño que le van haciendo poco a poco y reconoce cuando alguien le ataca, incluso cuando lo hace en un tono vagamente sutil. Eso es de alguien inteligente, independientemente de si es bueno o si es malo.

Aún así, se calla deseando que ese sólo haya sido un momento concreto con una persona exacta, anhelando que al día siguiente todo estará bien, que jamás volverá a ocurrir e intentando olvidar palabras que le hirieron.

Esto último, raras veces lo consigue y ese día termina llegando una y otra vez, y no sólo con una, sino con varias personas. Y aguanta, ¿por qué? Ni siquiera el “tonto” lo sabe, de ahí su estupidez.

No es capaz de enfrentarse y ahí disminuye su valor. Desgraciadamente, no hablo sólo del coraje, sino del valor que se tiene a sí misma esa persona. Deja de confiar en ella, se siente cada vez más pequeña. Inseguridad. Miedo.

¿Estoy hablando de mí? Lo más probable es que sí. También podría estar hablando de ti. ¿Por qué no rompemos esas cadenas que nos atan como si fuéramos las marionetas de un maldito teatro reciclado? ¿Por qué no somos como nos gustaría ser y no cómo les gustaría a los demás que fuéramos? ¿Por qué no gritamos? ¿Por qué no nos hacemos valientes?

¡Oh! ¡Espera! ¡Sí lo somos! Sí hemos aguantado todos los improperios y situaciones dramáticas que no tiene sentido recordar, ¡deberíamos ser más valientes que ellos! Deberíamos. Debemos. Siempre.

 El grupo de los malos no cuenta. Nunca. Jamás. Queda el de los buenos. A secas.
 El mejor.






Lo amaba.
Lo sabía cada mañana, cuando el aroma a café se abría paso hasta su cerebro entre las brumas del alcohol en cualquier hotel y cuando trataba de leer el futuro de su historia en los oscuros posos que se dibujaban en el fondo de la taza después.

Lo amaba. Lo gritaba cada noche,
cuando cada poro de su piel se enredaba en la sábana de la pasión que apagaba en cualquier otro cuerpo y cuando al terminar, desnudo de su amor, se vestía el corazón con jirones de anhelo y recuerdo.

Lo amaba. Lo callaba cada tarde, cuando sus dedos temblorosos arrancaban sin querer poemas de amor de las cuerdas de su guitarra
y cuando su maldita timidez, disfrazada de soberbia, le hacía incapaz de articular palabra al mirarlo.

Lo amaba. Lo sentía a cada momento,
cuando el nudo de su pecho se hacía tan molesto que amenazaba con asfixiarle si no dejaba brotar el sentimiento.
Y cuando frustrado e impotente juntaba letras y palabras que luego se tragaba.

Lo amaba. Lo sabía y muda lo gritaba.
Lo sentía e, invariablemente, lo callaba.

Frustración y anhelo. Impotencia y desnudez. Timidez y recuerdo...
Dedos temblorosos, pasión, alcohol y nudo en el pecho...
Amenazando con asfixiarle, miedo y soledad, con continuar hundiéndolo.
Debía hablarle; hacerle saber más allá de la invisible e insalvable barrera
que los separaba.

 Mas... ¿cómo llegar a su corazón si para ella era menos aún que nada?
¿Cómo hacerle entender que hacía años que lo amaba?

Si jamás cruzaron palabra



PERDIENDO LA CUENTA







Son ya muchos años desde que pasó, tantos que he perdido la cuenta, sin embargo, siempre vuelve y se come el futuro.
El día de lo que no hablo estaba viajando solo a ningún lugar, inmersa en una gira para buscar mi sentido artístico.

Cuando recibí la noticia de su boca me desperté en un planeta lejano, una isla diminuta aislada en el medio del universo.

Al abrir los ojos y mirar a mi alrededor no estaba sorprendida, no sabía quién era pero eso nunca planteó ningún interrogante.


Todos los días me despertaba, paseaba por la esfera con la mente perdida bajo un cielo sin estrellas y miraba por la ventana al lejano mundo que bullía ajeno a mí.
La verdad es que jamás me pregunté qué hacía allí.
Era un extraña en mi propio ser.

Los días se deslizaban ante mí como la corriente de un riachuelo cercano, incontrolables. A veces iba más rápida, otras despacio, en invierno, sencillamente, se congelaba.

Pero siempre volvía aunque transformada.

Una tarde tumbada boca arriba junto a la música del tiempo jugaba a contar el número de aviones que sobrevolaban ese planeta lejano que me obsesionaba.

Era todo un baile de rastros cortando el cielo, siempre a la vez, de izquierda a derecha, como una competición en que nadie ganaba. Esa tarde todo cambió cuando apareció el.

Era diferente a mí, aunque nos entendíamos a la perfección usando las palabras no se podría decir que hablásemos el mismo idioma.

Llegó a poner preguntas en un cuerpo sin respuestas y los cimientos se agitaron. Yo era una habitación llena de trastos olvidados en las baldas más altas a las que no llegaba, con los temblores empezaron a caer.

Me preguntaba y preguntaba y tras cada respuesta se paraba un buen rato a observarme como a un bicho raro antes de lanzar una nueva tanda de preguntas.

Creo sinceramente que no había respuestas buenas o malas, simplemente eran interrogantes que debían responderse, con sinceridad, para generar otras respuestas internas.


Sea como fuere funcionó, cambió mi realidad. Un día al pestañear aparecimos de vuelta en este mundo de cosas-que-hay-que-hacer, su mundo que a mí todavía se me hace extraño.

Por suerte, nos reservamos la posibilidad de poder, de vez en cuando, pestañear y perdernos en un mundo donde me sé mover sin ataduras. 

Si le preguntan ella dirá que el agua todavía se está descongelando, yo creo que la corriente fluye desatada bajo el manto helado, y nunca encontraré palabras suficientes para agradecérselo, salvo en los contados momentos, como este, en que se rompe el hielo.

Romeo Santos - Propuesta Indecente (Lyric Video)

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EL AMOR ENTRE TINIEBLAS



Era una noche oscura, aunque -por lo que a mí respecta-

no recordaba el último amanecer que presencié.
Parecía que había pasado siglos entre las tinieblas y mi ánimo iba montado en un carrusel de sensaciones contrapuestas.

Cansancio, excitación, tranquilidad, adrenalina... todo un coctel explosivo que hacía que la vida siguiera corriendo por mis venas.

Nunca he sido alguien de los que llaman “sociables”.

Mis amigos se cuentan con los dedos de una mano lacerada.

Mi tiempo siempre ha sido para mí misma y nunca he sido feliz.

Siempre he vivido en una soledad inquieta, esclava de mi propio yo, de una forma de ser que parasitaba mi existencia.

Fantasear con la calidez de un alma humana era una de mis torturas favoritas.

Me gustaba herirme, a sabiendas de que nunca podría tenerlo al alcance.
Mi destino, en definitiva, era convertirme en una ermitaña social.

Por eso me gustaban las ocupaciones pueriles y sangrientas.

Por eso las cacerías eran el mejor momento del año. Y ahí estaba yo, en una de tantas,

enfundada en un traje de sudor mientras me tomaba el primer descanso del día.

Una comida frugal era mi única compañía y el mañana era solo una posibilidad entre tantas.

A pesar de eso, en un instante, mi vida cambió. Surgiste de la noche, con esos ojos que lo decían todo sin decir nada.

Mi instinto reaccionó por mí y levanté la escopeta, con mi dedo amartillando el gatillo.
Cualquier día una bala hubiese volado en décimas de segundo surcando el aire para instalarse entre esos ojos... pero ése no era cualquier día.

Ningún proyectil comió carne en ese instante. Tus ojos embriagaron mi consciencia sumergiéndome en una narcolepsia inédita en mí. Evocaban una comprensión del infinito y de mi propia existencia que me aterraba a medida que sensaciones nuevas y desconocidas inundaban mi cerebro.

¿Qué era yo, más que un alma buscando su igual? Y allí estabas, delante de mí. Alguien se reflejaba en mi espejo vital.

No éramos ni iguales ni distintos, pero en mi fuero interno, sabía que eras tú, la que vivía el mundo como yo lo vivía. Por primera vez en la vida, vislumbraba lo que es amar a un alma gemela, y en tan solo un segundo.

Tan solo un segundo... y te abalanzaste sobre mí para hincarme los dientes.

El primer gesto exclusivamente centrado en mi persona. Lo más cariñoso de mi patética vida.
El magno gesto de amor de alguien sin vida para con alguien sin alma.

Ese día dejé la vida y saboreé la muerte. Ese día amé por fin, a mi manera, a mi estúpida y triste manera.

Hoy mi carne descansa en una oscura cripta junto a ti, ,y mi yo anterior
vive en una piedra más del camposanto, en la que las autoridades solo grabaron unas simples iniciales.

Pero si de mí dependiese, así rezaría:
"Aquí yace quien no amó persona en vida, mas vivirá quien ame a una zombi en muerte".

Porque para todo roto hay un descosido...



 

QUIZA ALGUN DIA



Alguien dijo una vez que las canciones tristes son las mejores, quizá ocurra lo mismo con las historias de amor.
 
Han pasado dos años y cincuenta días desde que...
 
No, en realidad creo que hace más, lo cierto es que por triste que parezca no sé cuándo ocurrió,
no sé cuándo te perdí.

Sé exactamente en qué momento me enamoré de ti; recuerdo el olor a sal, la risa de los niños, lo caliente que estaba el agua de los globos que utilizamos en aquella batalla, recuerdo pensar en lo afortunada que era ella por tener a alguien como tú.

También recuerdo el momento en el que te fuiste, recuerdo las palabras que no te dije, recuerdo el quejido de mi corazón al partirse, el sonido de la puerta al cerrarse y después....
todo ese silencio.
 
Seamos sinceros, creo que al menos nos debemos eso; te perdí en algún momento entre el "sí, quiero" y aquella discusión tonta que me llevó a romper aquella promesa, la que hablaba de brillar juntos en el cielo.

Dicen que el tiempo lo cura todo, que con el tiempo todo se olvida y yo...
 
Yo he pasado los últimos años tratando de no olvidar, tratando de conservar cada pedazo de ti,
del nosotros que un día fuimos.
 
He ordenado nuestro pasado en cintas para el proyector que he montado en el ático, con todas esas fotos que hablan de sonrisas y días de nieve.
 
Por supuesto, he colgado diminutas luces que simulan nuestras estrellas.

Creí que si no te olvidaba, si no perdía la esperanza encontrarías el camino a casa,
como si fuese uno de tus cuentos, esos que siempre acaban bien...
 
Hoy sé que no vas a volver, necesitas que te deje ir y yo necesito dejarte hacerlo.

Quizá, algún día, sea capaz de pensar en ti sin que duela.
Quizá, algún día, pueda mirarles y verte en ellos sin sentir que me falta el aire y sé que,
mientras ese "algún día"
 
llega, voy a tener que sentir cómo mi corazón se detiene cuando ellos me miren, hablen de ti o simplemente pidan un cuento de buenas noches.
con el tiempo volví a sonreír, que me encontré a mí misma y escribí mi propio cuento, uno con un final feliz. Sí, quizá... Algún día.
 
 

LA NOCHE ETERNA


Acotando lo invisible.
Nos conocimos de día pero nos desvestimos de noche, en todos los sentidos,
bajo la luz de las estrellas.
 
Desarmados, en silencio, y a centímetros de distancia los gritos vienen desde dentro como planetas que estallan. Avanzando sin pausa buscando a dentelladas prender nuevos sueños.

Ya hemos encendido tantos como luces hay en el cielo.
 
Es el motor que nos eleva infatigable.
 
Desde la pequeña ventana de esta nave dibujamos constelaciones sobre el cristal con las yemas de los dedos.
 
Hay tantas posibles nuevas formas uniendo estrellas como maneras de quererse.
Constelaciones o como ver lo mismo en un mar de puntos.

Navegando entre la locura, el caos de luces ya quema sin viajar miles de años.
 
Es momento de abrir los ojos y quedarse ciego, de saltar al vacío y flotar sin respiración, arder por fuera para poder sentir por dentro
 
 
 
 
 
 
 

AQUELLO QUE NO TENDRAS QUE ESCUCHAR



Al principio no te hice caso, ¿recuerdas?
Tuviste que insistirme para llamar mi atención, al menos del modo que pretendías.
Jamás hubiera imaginado que ese sería mi final.

El fin de la persona que siempre fui, aquella que va desnuda por el mundo confiada de que nada puede afectarla, la misma que prefiere ir descalza para sentir cada paso que da. Sin corazas.

Ojalá hubiera podido tener un detector que me avisase del desastre, pero no, me dejé llevar.

Me entregué a ti esa primera vez, a tus besos y tus caricias, pero no, la cosa no quedó ahí, me seguiste buscando y yo seguí dejándome envolver por tus caricias.

Me buscabas y, cuando más cerca me tenías, me alejabas de nuevo.

Un día te mostrabas la persona más dulce y cálida del mundo para pasar a ser de hielo días después, al final no pude soportarlo y dejé que te alejaras sin más.

No tuve fuerza ni valor para decirte todo lo que sentía. Preferí olvidarte.

Cuando regresaste fue como si el tiempo se hubiera detenido mientras no estabas.

Todo lo que pasó durante tu ausencia carecía de importancia.

Una frase bastó para darme cuenta de que mis sentimientos seguían intactos, también sabía que si volvía a caer mi alma estaría perdida para siempre.

Y volví a caer rendida a tus pies, como lo estuve antes.

Sólo que ahora era consciente de que mi persona había perdido la voluntad
y dejado de ser dueña de su vida.

Ahora todo mi ser te pertenecía y sabía que, por más personas que pasasen por mi vida, ninguna podría ocupar tu lugar.

Ahora ya no nos besamos en los labios, nuestras lenguas no se buscan por más que se deseen,
ni siquiera intento mostrar el más mínimo indicio de amor, no sea que ese bloque helado vuelva a interponerse entre nosotros.

A cambio nos dejamos llevar por la pasión, nos abandonamos a nuestros instintos, al deseo más desbordante en donde todo está permitido menos amar



 

16 feb 2016

Tenemos Un Pacto y Mientras yo esté Jamás dejaré que te pasa nada

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LECCIONES DE VIDA



Si algo me enseñó la vida es saber reconocer que a lo largo del tiempo las personas van y vienen, constantemente, como en un baile rotativo de parejas.

Que hay que saber diferenciar, que hay que equilibrar con buen acierto a quienes queremos cerca y a quienes vamos a dejar pasar.
No es una ciencia exacta, pero hay cosas que determinantemente se saben.

Durante esto que llamamos vivir chocamos infatigablemente con personas a cada cual más distintas.

Es difícil saber, a priori, cuál de ellas va a dejar una huella imborrable en nuestras vidas,
cual hará más daño que caricias y quien de ellas se dejará pasar sin pena ni gloria.

Indudablemente, nuestros sentimientos también cuentan...
Habrá seres que querremos mantener a nuestro lado, a como dé lugar,
pero la realidad nos dará en la cara y no querrán quedarse.

No hay nadie que no sepa que, lamentablemente, no se puede retener a los que nacieron con alas, salvajes y libres.

Las personas vienen y van; a veces como en un baile de máscaras volvéis a reencontraros,
ya pasado el tiempo, y aunque vuestros ojos mantienen esa esencia que os define caéis en la cuenta de que ya no sois los mismos...

También aprendemos que las personas cambian, que sus experiencias los vuelven diferentes,
que transforman parte de las conductas que los hacían quienes eran para transformarse en perfectos desconocidos con los que ahora apenas nos quedan algunos recuerdos en común.

Ese o esa, que unos años atrás se definía como amigo incondicional, ahora apenas es un extraño.

Una vez aprendido nunca olvidarás que las personas a las que quieres son las que más daño pueden hacerte.

Serán las únicas capaces de enterrarte en vida, como si nunca hubierais sido nada.

Con el tiempo aprendes, a base de golpes, a digerir cada una de las frustraciones que trae consigo cada promesa rota...

Con el tiempo aprendes que cada juramento roto eleva el grado de decepción hacia las personas que te los hicieron...

Con el tiempo, sencillamente, dejas de creer.

Comprendes que el mundo gira a un ritmo ensordecedor y que la única opción que queda a veces es subirse al carro de la prisa...

En ese mismo tiempo también descubrirás que no todo es un ir y venir y que, a veces, eres tú el que deja atrás a determinadas personas que pensabas indispensables.
Esa es la única lección: en la vida nadie es insustituible.



 

CUANDO EL AMOR ES VERDADERO , NO HACEN FALTA PALABRAS



Dicen que a veces sobran las palabras.
En nuestro caso, yo diría que no sobran,
pero tampoco son necesarias.

Nos entendemos con una mirada, con un gesto, con una caída de ojos o un suspiro.

Hemos pasado media vida juntos, conociéndonos.

Hemos tenido que sortear leves amoríos que se han cruzado en nuestro camino.

Ninguno ha impedido que volvamos a encontrarnos.
Ni que te siga por el mundo. O que tú me sigas a mí.

Ahora, los dos somos uno. O, en realidad, más que eso.

Y el futuro brilla delante de nosotros, a nuestro lado, en todas direcciones. No hace falta hablar para eso.
De hecho, rara vez lo hacemos.

No con palabras, porque no nos hacen falta.

Yo soy tuya. Tú eres mío. Somos nosotros.


Y hoy, sin que sirva de precedente, se lo grito al mundo:
“Te quiero”. Es más, “te querré siempre”.

Aunque no te lo recuerde cada día, aunque no te lo diga con esas palabras, aunque a veces tengas que interpretarme más que entenderme.

Te amo y nada podrá separarnos.


 

PABLO ALBORÁN - DESENCUENTRO (en mi casa)

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EL RASTRO DE UN PERFUME



la primera vez que tropezamos , de esa manera en la que llamó mi atención.
Inmersa como estaba en mis propias miserias,
fue el relámpago que necesité para despertar de nuevo a la vida, con todas las consecuencias.

Fueron momentos de duda, de tropiezos, de prudencia.

Nunca había sido el consejero de nadie, otros escuchaban mis preocupaciones normalmente.

Tampoco había estado tan próximo a nadie de mi mismo sexo, la gente pasaba por mi vida sin dejar huella, más que las bellas criaturas que creábamos, y no siempre.

Cuando dos personas están predestinadas de alguna manera, no se puede luchar contra esa realidad. Si tiene que suceder, lo hará, aunque suponga romper con todas las normas que creías ciertas.


No fue más que asumir una forma de ser que siempre había estado allí, tapada por múltiples capas de diferentes texturas: seda, cuero, plumas...

Sin embargo, la perfección no existe, los sueños se derrumban como castillos de naipes, son arrastrados por el viento, se rompen y no hay forma de volverlos a su estado natural, etéreo.


Llega el momento del adiós, con amargura, casi con odio... sin escuchar.

Puede que más tarde o más temprano, ese espacio venga a ocuparlo otro alguien, que te llena, que te vuelva a despertar una vez que volviste a morir.

Pero ese otro, no tiene su perfume, ni su sonrisa, ni su ironía...
nadie puede sustituir a tu mi único amor, a quien te convirtió en lo que eres.

Evidentemente esta historia puede pasarle a todo tipo de parejas, pero, cuando esa fue la que movió las piezas de tu ser, no se puede olvidar por mucho que te hayas establecido.


En momentos en los que estás frente al mar, pensando, desearías que al volver de esa lucha con las olas, tu primer amor te rescatase en la orilla.

Cuando no hay nadie en esos instantes al otro lado, solo puedes recrearte en el recuerdo, aunque aún siga doliendo, pero es lo que te hizo fuerte para seguir.


 

Asi fue con esta canción ... Entendí mi destino

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LA VIDA EMPIEZA DE NUEVO .... YO LA ESCRIBO Y LOS DOS LOS SENTIMOS



Era de noche y la luz se despedía oficiosamente tras las montañas mientras en la calle llovía a cantaros.
Llovía tanto que desde nuestro balcón podíamos ver como se le calaba la gente hasta el alma.
Era de noche y la luz se despedía oficiosamente tras las montañas mientras en la calle llovía a cantaros.
 
Llovía tanto que desde nuestro balcón podíamos ver cómo se le calaba a la gente hasta el alma.
Ese siempre fue un don muy tuyo.
 
Ver un alma en cada uno de aquellos que pasaban con más pena que gloria. Yo me contagiaba de ti, y de pronto había un alma en cada cuerpo, y un cuerpo era más que un cuerpo.

Era de noche y la luz ya se había perdido tras las montañas.
Aún llovía y el límite de la media noche se había cruzado ampliamente mientras nosotros discutíamos sobre música, amor, vicios y anécdotas.
La chimenea chisporroteaba cálida cerca de nosotros.
 
Nos divertíamos, nos reíamos y nos desnudábamos mientras sonaba una antigua canción 

La noche seguía volviéndose adulta. La madrugada ya se precipitaba hacia el amanecer de un nuevo día. Y allí estábamos nosotros.
Tú querías salir a la calle —ahora vacía— a calarnos hasta el alma y mirarnos en silencio, roto por el golpear de cada gota de agua.
 
Cada gota sobre tu pelo se volvía un fuego, y cada gota sobre tu piel un poema.
Allí me enseñaste a escuchar el corazón y aprendí a disfrutar de la lluvia más allá del refugio del calor de una fogata.

Y eso es la vida. La vida es un momento, un instante, un lugar en el iris de la persona que tienes delante.

Eso es la vida.
Un cabello de fuego y un refugio en tus manos.
La felicidad.
 
 
 

INEVITABLE




Guardado entre las páginas de un libro.
No puse fecha a su lado porque no es necesario garabatear unos números en un papel,
se quedaron a fuego en mi memoria los dígitos de aquel día.
Un simple gesto y algo surgió, como una chispa invisible, como un tintineo inaudible.

Ya he perdido la cuenta de cuántos como ese tengo celosamente conservados en distintos lugares de mi casa. Cada uno es un motivo, un instante vivido, un detalle que me abre el alma desgarrando mis sentidos porque leo en ellos como si fueran el texto más bonito del universo.

Ese texto escrito con vilanos algodonosos desvela no sólo tus sentimientos sino también tu historia, extensa y densa.

Es una historia donde mi capítulo preferido se escribe ahora, el protagonista sonríe cada día, se considera feliz y me culpa de esa dicha.

No sé cuántos  más guardaré a lo largo de mi vida, pero sí sé que cada vez que me miras,
florece un campo lleno de ellos en mitad de mi corazón.

Me divierte pensar que cuando leas esto te reirás, y yo sólo susurraré "¿y qué?"
mientras te como a besos. Es inevitable. Ambas cosas.

Gracias por eso, por todo lo que ha de venir y por más.



NOS PUDIERON LOS SILENCIOS



Fue la despedida, pero no fue brusca. Fue un adiós lento, paulatino, hasta que un día, al despertarnos, ya no quedaron más palabras, ya no hubo más besos.

El que hasta entonces era nuestro mundo, de repente, se tornó vacío y sin sentido.

Nos culpamos el uno al otro de nuestra mutua desidia.


Nos culpamos de la falta de interés, de la rutina, de los silencios, de la apatía.
Perdimos el tiempo lanzándonos acusaciones, buscando porqués, sin saber que con ello perdíamos la última oportunidad que quizá nos quedaba.

Nos pudo el orgullo. Nos pudieron los silencios tercos; esa sensación de querer y no poder;

el miedo a acercarnos, porque sentíamos que ya estábamos fuera de lugar y de tiempo.

Tiempo. Tiempo perdido cada uno de los segundos que desde entonces pasé culpándome, culpándote, dándole vueltas a por qué ya no estaba contigo.

Fue el silencio. Ese maldito silencio nacido del miedo a sufrir.


Ese que me atenazaba el alma y que impidió que te dijese lo que de verdad sentía en todos y cada uno de aquellos momentos en los que tú esperabas, en vano, una señal.

Ese silencio que se aferraba a mi garganta impidiéndome gritar a los cuatro vientos que sí, que sentía, que te amaba, que para mí la historia no estaba acabada...

Fue el silencio. Ese maldito silencio nacido del orgullo.


Ese que se aferraba a tus dedos cada vez que sentían la tentación de deslizarse por el teclado para escribirme o comenzaban a marcar mi número con la esperanza de escuchar mi voz.

Ese silencio que encarceló tu alma, antes libre, impidiéndote confesarme abiertamente que sí, que sentías, que me amabas, que para ti la historia no estaba acabada...

Fue el silencio el que acabó con nuestra historia, pero el silencio no llegó solo.

Fuimos nosotros quienes lo trajimos a nuestras vidas, quienes lo invitamos a dormir entre los dos, cada noche, en nuestra cama.

Fuimos los culpables, en igual grado. Nos rendimos al miedo, al orgullo, abandonamos la lucha... Callamos. Callamos porque era más sencillo que arriesgar.

Callamos porque en el fondo, quizá nunca estuvimos preparados para darnos, para amar...

Acallamos a nuestros corazones, les pusimos una coraza y... nos pudo el silencio.



 

ACOTANDO LA INVISIBLE



Nos conocimos de día pero nos desvestimos de noche, en todos los sentidos, bajo la luz de las estrellas. Desarmados, en silencio, y a centímetros de distancia los gritos vienen desde dentro como planetas que estallan.

Avanzando sin pausa buscando a dentelladas prender nuevos sueños.

Ya hemos encendido tantos como luces hay en el cielo.

Es el motor que nos eleva infatigable.

Desde la pequeña ventana de esta nave dibujamos constelaciones sobre el cristal con las yemas de los dedos.

Hay tantas posibles nuevas formas uniendo estrellas como maneras de quererse.

Constelaciones o como ver lo mismo en un mar de puntos.

Navegando entre la locura, el caos de luces ya quema sin viajar miles de años.
Es momento de abrir los ojos y quedarse ciego, de saltar al vacío y flotar sin respiración, arder por fuera para poder sentir por dentro.