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7 abr 2016

Cristian Castro - Así Era Ella

http://selene-sselenee5.blogspot.com

HAZ QUE ME ACUERDE DE TI



Dicen que el primer amor es especial y nunca se olvida. Será que el juego de la casualidad lo ha querido así. Jugar a la oportunidad, jugar a tropezar.

Mismas piezas, mismo juego...

Qué mágico es paladear un recuerdo pintado de perfección, que duro puede ser volver a ese lugar de nuevo... Y sin embargo, si pudiese escoger de nuevo, lo volvería a hacer sin pensarlo.

Justo como la primera vez...

Solo en los recuerdos, otra vez, vale dar la vuelta atrás, cambiar la realidad, recurrir a los sueños... Pero si por un fugaz instante de locura cambiase solo un punto del lienzo...

Que delgada linea entre pesadilla y...

No se responder los porqués, me asusta pensar los quizás. ¿Qué pasa cuando el verano acaba? ¿Qué pasa cuando la distancia se convierte en realidad? Y todo a punto de explotar...

Esperando una señal...

Solo tratando de mantener el control.

Luchando por mantener el control. Pero los peros, y vuela otra vez... Hasta que...

No, no he luchado por... Pero si me preguntan porqué, será que tendría que saber porque vivo.







 

AUN EN EL OCASO



También están los que usan las palabras, como arma y escudo, para cerrar el portón a la nostalgia —o en el peor de los casos— abrirla y engullirla a litros.

Es de ley, es de santo código abrigarse alrededor de la gramática, sin tocarla, juntos pero sin andar mezclando pieles, dos entes equidistantes, y enredar… 
Jugar a entrelazar las sílabas, como quien teje un tapabocas que siempre deja a medias, como quien no espera al sueño y ya desde bien temprano se vuelve dragón —que no caballero— obviando a la princesa.

Tiñamos grafías entonces, sepamos que los dedos nacieron para sostener tu pluma.

En ella se engendran todos los recelos del mundo.
No hay ocaso, hasta eso se ha perdido.
Te lo dije a pie de página, pero siempre percibes mis frases desde arriba…
Y yo también me bebo el miedo.

Tracemos sobre la hoja entonces.

No nos queda de otra. Apuremos la tinta que envenena tus pensamientos,
demos luz a tus musas y que corran por la vena hasta el ventrículo.

Porque la gran contrariedad es latir, conseguir que de una maldita vez sintamos algo. O quizás ya sentimos, tú al menos.

Por esa amante insatisfecha que te exige más de lo que vales, que no se muerde la boca ni derrama exuberancias en la tuya, esa misma que se desprende de tus ropas cada vez que le aprietan sus zapatos, la que nunca come de tus miserias…

¡Y es a esa a la que tú le rindes pleitesía!

Acabemos con esto, pasemos la página y cerremos el libro, no da para más tu historia.

Se agotaron las noches en vela, se ha consumido el ímpetu y la perseverancia. Asume la derrota.
No más puntos suspensivos, no más comas, no más símiles brillantes que disfracen de extraordinario lo mediocre. Ya basta de proporcionar complejidad a lo simple.

Demos fin, tu verdad no es la verdad, la verdad es solo una.
Ahórrate el cinismo barato, la mentira piadosa que te vendes, no más mártires de cuento. No endulces la crudeza. La literatura —tu ausente amante intransigente— no se queda a solas llorando tu partida, no eres tú quien se pierde en el ocaso, no. No es ella quien sangra por la herida…

Eres tú a quién abandona.



Pablo Alborán - Desencuentro (Directo) - Tres noches en Las Ventas

http://selene-sselenee5.blogspot.com

CABALGANDO EN MEDIO DE LA BRUMA



Tus palabras resuenan en mi mente mientras recorro la autopista en la noche, tibia y sin estrellas.


Voy camino al norte, donde aún se respira el aire frío. Cogí mi motocicleta -esa noble bestia color negro azabache, encarnación de la nocturnidad- y partí sin decir nada a nadie. Necesito estar solo con mi soledad.

Necesito ordenar mis ideas y tomar una decisión, pues no aguanto la tristeza y no puedo soportar tanto dolor.

Si pudiera ver en tus ojos en este instante diría con seguridad que están a la espera de una explicación. Te la daré, porque la mereces y porque sé que lo que hoy te diga solamente en ti quedará.

O tal vez no diré nada al respecto y me iré por la tangente, ya sabes cómo soy.

Hace mucho que no toco tus labios, pero siento como si de ellos hubiera bebido el néctar de los dioses... hace mucho que no me veo reflejado en tus ojos, pero siento como si hubieran iluminado mi camino toda la vida...

Te siento tan cerca aunque estés tan lejos...Te echo de menos, te amo, te amé desde el primer momento y te amaré hasta que exhale mi último aliento y aún más.

Pues los dioses tienen que regalarnos el poder reunirnos y estar juntos para siempre.

No sé qué pasará después de que envíe esta carta, pero sí sé que no vas a contestar.

Acaricio tu cabello y percibo el aroma de las flores que salen de su letargo invernal; beso tus labios y los siento más dulces que la miel recién extraída de los panales; abres los ojos y ante mí se extiende el límpido cielo primaveral; y el viento que viene del norte ha hecho desaparecer esas nubes grises que se cernían sobre nosotros...

Recuerdo una noche que te miraba a la luz de la luna.

Solamente entraba un tenue rayo, pero iluminaba tu ser de una manera maravillosa. Parecías flotar en las nubes cuando entonces una ligera mueca curvó tus labios.
En sueños algo te molestaba.
Murmurabas palabras que casi no comprendía, pero entre ellas escuché “amor” y “siempre”. Te cubrí con un abrazo que deseé fuera eterno y puse un beso en tu frente.

Recuerdo cómo te conocí. Quedé prendado de ti desde el primer instante.

Recuerdo las primeras llamadas, la ilusión de verte. Recuerdo el calor en mis mejillas cuando en ellas tus manos posaste...no tan delicadamente, por cierto.

Pasamos por mucho, mi amor. Y ahora solamente me quedan los recuerdos. A veces, tengo miedo de que incluso esos recuerdos no sean reales y que todo sea producto de mi imaginación febril. Porque no te tengo a mi lado, porque no me dejaste nada...

Aun así, sé que te amo.







NOS PUDIERON LOS SILENCIOS



Fue la despedida, pero no fue brusca.
Fue un adiós lento, paulatino, hasta que un día, al despertarnos, ya no quedaron más palabras, ya no hubo más besos.
El que hasta entonces era nuestro mundo, de repente, se tornó vacío y sin sentido.

Nos culpamos el uno al otro de nuestra mutua desidia.
Nos culpamos de la falta de interés, de la rutina, de los silencios, de la apatía.
Perdimos el tiempo lanzándonos acusaciones, buscando porqués, sin saber que con ello perdíamos la última oportunidad que quizá nos quedaba.

Nos pudo el orgullo. Nos pudieron los silencios tercos; esa sensación de querer y no poder;
el miedo a acercarnos, porque sentíamos que ya estábamos fuera de lugar y de tiempo.
Tiempo. Tiempo perdido cada uno de los segundos que desde entonces pasé culpándome, culpándote, dándole vueltas a por qué ya no estaba contigo.

Fue el silencio. Ese maldito silencio nacido del miedo a sufrir. Ese que me atenazaba el alma y que impidió que te dijese lo que de verdad sentía en todos y cada uno de aquellos momentos en los que tú esperabas, en vano, una señal. Ese silencio que se aferraba a mi garganta impidiéndome gritar a los cuatro vientos que sí, que sentía, que te amaba, que para mí la historia no estaba acabada...

Fue el silencio. Ese maldito silencio nacido del orgullo.
Ese que se aferraba a tus dedos cada vez que sentían la tentación de deslizarse por el teclado para escribirme o comenzaban a marcar mi número con la esperanza de escuchar mi voz.

Ese silencio que encarceló tu alma, antes libre, impidiéndote confesarme abiertamente que sí, que sentías, que me amabas, que para ti la historia no estaba acabada...

Fue el silencio el que acabó con nuestra historia, pero el silencio no llegó solo.

Fuimos nosotros quienes lo trajimos a nuestras vidas, quienes lo invitamos a dormir entre los dos, cada noche, en nuestra cama. Fuimos los culpables, en igual grado.

Nos rendimos al miedo, al orgullo, abandonamos la lucha... Callamos. Callamos porque era más sencillo que arriesgar. Callamos porque en el fondo, quizá nunca estuvimos preparados para darnos, para amar...

Acallamos a nuestros corazones, les pusimos una coraza y... nos pudo el silencio.


XI


 

NOCHE ETERNA



Nos conocimos de día pero nos desvestimos de noche,
en todos los sentidos,  bajo la luz de las estrellas.
Desarmados, en silencio, y a centímetros de distancia los gritos vienen desde dentro como planetas que estallan. Avanzando sin pausa buscando a dentelladas prender nuevos sueños.

Ya hemos encendido tantos como luces hay en el cielo.


Es el motor que nos eleva infatigable. Desde la pequeña ventana de esta nave dibujamos constelaciones sobre el cristal con las yemas de los dedos.

Hay tantas posibles nuevas formas uniendo estrellas como maneras de quererse.

Constelaciones o como ver lo mismo en un mar de puntos.

Navegando entre la locura, el caos de luces ya quema sin viajar miles de años.

Es momento de abrir los ojos y quedarse ciego, de saltar al vacío y flotar sin respiración, arder por fuera para poder sentir por dentro.