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12 jun 2014

BAILE DE PALABRAS



A veces me pregunto por qué no puedo dejar de mirarte.
Quizá sea tu piel... es más suave que la mía.

Es como esos abrigos de pieles que sabes que serán increíblemente suaves sin siquiera tocarlos.
Solo mirándote ya sé que me voy a hacer adicta a ti cada día que despierte.

Quizá sean tus ojos. Son enormes y brillan de una manera espectacular.
Nunca había visto unos ojos así. Nunca unos ojos así me habían mirado.

Parpadean de una manera graciosa, incluso diria que divertida.
Están rodeados de esas pestañas que cuento lentamente mientras duermes.
Podría pasarme las noches sin dormir haciendo eso, aunque sé que así, al final, descubrirías lo loca que estoy.

Puede ser por tu enorme sonrisa.
Podría pasarme días describiendo como dejas entrever tus dientes blancos en la curvatura de tus labios grandes y sedosos.

A veces discuto para mí misma, pensando en qué es lo que brilla más, si tus ojos o tu sonrisa, pero nunca llego a un acuerdo, porque estás delante y si te miro, ya no pienso.

Y tu cuello... bueno, tu cuello es el que me lleva a otra dimensión de sensaciones.
Tan suave como el resto de tu piel y tan dulce como tú mismo. Es como probar el mejor de los platos franceses o el más dulce de los chocolates.

Tus manos, fuertes y tiernas al mismo tiempo. Una combinación de durezas que me fascina, que me lleva a otro mundo si me rozan.

Haces que cada vez que una de ellas se acerca a mí, el mundo se pare y mi cerebro se concentre en cada terminación nerviosa que lentamente acaricias. Y no te das cuenta.

Cada pequeña parte de ti, el pecho donde escucho tu corazón, el motor que hace que mi vida siga adelante
y cómo no, esos lugares que solo conocemos tú y yo..
cada centímetro merecería una carta para sí mismo.

De cada trocito de tu cuerpo se puede sacar la mejor de las poesías.

Eres tú, la más intensa de las sensaciones y el más arriesgado de los placeres,

el único que puede darme una clase de sonrisa que nadie más sabe sacarme...

El que me hace poner el pie en el suelo cada día y el que podría hundir mi mundo con cuatro palabras:
"ya no te quiero", el más intenso de mis miedos junto una ristra interminable de sueños.

Has entrado en mi vida y sí, lo has hecho, has conseguido el más difícil de los retos,
algo que creí que nadie conseguiría jamás: que te quiera sin medida.

Ya no quiero existir sin ti, porque sin ti, ya no hay vida.











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