Goodbay

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29 jun 2014

DORMIR SIN SOÑAR



Pensé que si me metía en la cama, abrazada a ti, casi tan inerte como estás en tu agonía, que si cerraba los ojos y me quedaba en tu oscuridad, si acompasaba mi respiración a la de tu boca, que responde apenas a mis besos, si dormía todo lo posible, aunque fuera a base de alcohol, a base de pastillas y de esperar en silencio, el día pasaría menos lento, menos hiriente, menos cansado.

Pero al final nada es suficiente, ni refugiarme en el calor que aún viene de tu pecho cuando te abrazo,
ni las torpes caricias que encuentro al colocarme sobre ti, ni las palabras que tengo que intuir entre tus labios.

No es suficiente el sueño para tapar el dolor de tu ausencia, que aún no es pero que cada vez se hace más grande, más palpable, más presente, más irrevocable.

Y que me hace a mí de la misma manera más pequeña, más temerosa, más indefensa.

Y me agarro con las uñas, y me aferro con los dientes, a mis cuatro noches y a mis cuatro días.
Míos, tuyos, sólo para los dos. En este espacio privado que forman tu adiós y mi llanto.

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