Goodbay

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5 dic 2015

CUERDA DE GUITARRA



Todas estas cartas que escribí , estas letras sin destinatario en las que días cómo soles
te he nombrado , hoy te hago mención ...

Quédate conmigo , es lo único que tengo en mi mente
me conoces mejor que nadie y yo reconozco cada gesto y cada guiño de tus ojos traviosos
los mismos que me transmiten tan amor , tan tú ..

De amor y silencio. De anhelos y nudos en el pecho. De vencer la timidez y darle voz.
De cartas de amor que se tornan soluciones. De latidos, de palabras.
La amaba.

Lo sabía cada mañana, cuando el aroma a café se abría paso hasta su cerebro
entre las brumas del alcohol en cualquier hotel y cuando trataba de leer el futuro de su historia
en los oscuros posos que se dibujaban en el fondo de la taza después.

La amaba. Lo gritaba cada noche, cuando cada poro de su piel se enredaba en la sábana de la pasión que apagaba en cualquier otro cuerpo y cuando al terminar, desnudo de su amor, se vestía el corazón con jirones de anhelo y recuerdo.

La amaba. Lo callaba cada tarde, cuando sus dedos temblorosos arrancaban sin querer poemas de amor de las cuerdas de su guitarra y cuando su maldita timidez, disfrazada de soberbia, le hacía incapaz de articular palabra al mirarla.

La amaba. Lo sentía a cada momento, cuando el nudo de su pecho se hacía tan molesto que amenazaba con asfixiarle si no dejaba brotar el sentimiento
Y cuando frustrado e impotente juntaba letras y palabras que luego se tragaba.

La amaba. Lo sabía y mudo lo gritaba. Lo sentía e, invariablemente, lo callaba. Frustración y anhelo. Impotencia y desnudez.

Timidez y recuerdo... Dedos temblorosos, pasión, alcohol y nudo en el pecho...
Amenazando con asfixiarle, miedo y soledad, con continuar hundiéndolo.

Debía hablarle; hacerle saber más allá de la invisible e insalvable barrera que los separaba. Mas...
¿cómo llegar a su corazón si para ella era menos aún que nada?
¿Cómo hacerle entender que hacía años que la amaba? Si jamás cruzaron palabra.


Quizá no funcionase, pero llevaba tanto tiempo en silencio que, sin duda, aquel cambio no podría ser más que un acierto.

Si no era así... al menos era un alivio. Sintió, por primera vez, que aquel nudo de su pecho se aflojaba mientras se ponía manos a la obra.




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