Goodbay

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26 jul 2013

AMAR EN TIEMPOS DE SEXO




Ella voltea la mirada para no saber.
Cubre sus ojos con las manos como si eso pudiera borrar la imagen que no ha visto, pero que sabe certera.
Preferiría seguir ignorando lo que sucede en esa ciudad ahora lejana. Con toda seguridad las citas, los besos, el sexo sin ataduras y todo lo que él ha buscado lo tiene allí al alcance de la mano.
Sonríe a medias, calculando que no le causa problema encontrarlo. Por algo es un tipo de porte atlético, guapo, muy simpático y con esa mirada arrebatadoramente seductora que vuelve locas a todas las mujeres.

Ambos tienen una vida tan distinta que resulta casi patético tratar de encontrar un punto en común.

Él, un chico de familia bien con incipiente éxito y lograda experiencia en el mundillo musical.
Un tipo que con solo chasquear los dedos tiene a su merced a la mujer que se proponga.
Un hombre que elige una vida sin compromisos y para quien dar un beso apasionado equivale a desear buenas tardes a una amiga. Un tipo corriente al fin y al cabo, que solo pretende divertirse mientras es joven, y que usa el sexo como medio para ello.
Hay hombres que le envidian, mujeres que le desean y personas que darían todo por estar en su lugar.

Ella, una chica que salió de la nada y que apenas toma en serio su recién comenzada carrera como artista.

Una mujer que se ruboriza cuando la miran por el parque, cuya mirada se cruza tímida con los hombres y empática con las mujeres. Una chica que no conoce un beso en los labios si no lo da alguien amado y cuya definición de sexo incluye la entrega completa, en cuerpo y alma.

Hay quienes le dijeron que su actitud es rara, infrecuente, pero ella no conoce otra ni la ve tan extraña. Pocos desearían estar en sus zapatos, aunque se ha sentido confortada con algunas palabras de ánimo.

En su último encuentro expusieron palabras escondidas, hablaron sin tapujos, les salió de adentro contarle al otro lo que sentían y se despidieron con sincera complicidad, dejando claro que uno no podía hacer feliz al otro, ni el otro satisfacer al uno.
Solo podrían ser amigos.

Haciendo un pequeño esfuerzo, ella cierra los ojos y recuerda el beso apasionado que nunca le dio, la caricia que no llego a materializarse, el abrazo que debió no haber sido tan fraterno, la mirada lasciva guardada en sus ojos que no llegó a ver la luz. Recuerda lo que no sucedió como si lo hubiera vivido, tan claro que lo siente en su boca, su piel, sus brazos, sus ojos.
Pero sólo existe en su cabeza.


Ella decidió ahogar lo que siente por él para no amargarse pensando en improbables-imposibles.
Lo malo es que los sentimientos, como las penas, flotan... por más que les ates un pesado lastre para esconderlos bien hondo.

Él retoma su vida donde la dejó minutos atrás, piensa en ella alguna vez con un atisbo de ternura, pero continúa sus rutinas de viajes y trabajo salpicadas de citas y encuentros en hoteles con mujeres que no deberán pedirle amor. Eso no.

Ella y él son amigos, nada más. Así se deben ver, a fuerza de mirarse.