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23 jun 2015

LO IMPORTANTE ES EL DESTINO



Recuerdo todas las veces que, en el pasado, maldije lo mucho que costaba llegar a cualquier sitio, ya fuese uno físico o, simplemente, metafórico.

Recuerdo cada momento en que despotriqué contra el cansancio, el hastío y lo interminable del trayecto...

Permanecen en mi memoria, inmutables, todos los caminos recorridos,

cada una de las piedras que me hicieron tropezar, cada uno de los repechos que me robaron el aliento, cada bache, cada charco, cada caminante con quien alguna vez me crucé, apenas sin hacerles caso, concentrada en la meta, en el destino.

No olvido cada una de las sensaciones; ni las de fracaso cuando no llegué,

ni las de desencanto al descubrir que, una vez alcanzado mi destino, éste no era lo que esperaba.

Tampoco las de dicha al descubrir que todo a final de la senda era perfecto, aunque efímero, pues nunca pasó demasiado tiempo sin que decidiese embarcarme en la búsqueda de nuevas metas, de otros destinos...

Y sin embargo, aunque todo eso sigue estando ahí, formando parte de lo que fui,

de lo que me llevó a ser quien soy, a ocupar en el mundo este lugar preciso en este instante concreto; pese a que no reniego de ninguno de los lugares que visité

─reales o metafóricos─, donde viví, que me marcaron, me llenaron o me dejaron sensación de vacío... 

hoy me encuentro caminando por motivos diferentes.

Porque hoy, quizá más madura, abro los ojos y descubro que lo importante no es llegar,
sino disfrutar de cada recoveco del camino, que no importa el destino que uno lleve
cuando viaja, si logra aprender algo en cada etapa, sonreír cada mañana y, cuando hace balance, es capaz de recordar no solo que se cruzó con alguien, sino que compartieron algo más.





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