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23 jun 2015

PALABRAS CALLADAS




Palabras. Palabras que inundan mi mente, mi alma, mi espacio. Palabras que me acosan en el desvelo, que me acompañan en el sueño, que no me dejan descanso.

Palabras que me trago y escupo, palabras que me atragantan y regurgito, que callo y vomito. Palabras de mierda, palabras de oro, palabras que acarician, palabras que golpean, que embellecen, que afean.

Están las dos palabras que mis labios nunca pronuncian, que nunca te digo, pero que son, que alisan el camino y acercan nuestros abismos. 

Y las palabras calladas, que no hace falta que nos digamos, porque una vez nos lo dijimos ya todo, porque  y yo conocemos cada letra, cada sílaba, cada frase.

Y las palabras dichas, directas, francas, repetidas, pero que nunca son suficiente, porque entre nosotros, las palabras nunca saben a bastante. 

Y entre todas las palabras, contigo, los silencios. Los cómodos, los que no separan, porque no importa el tiempo que pase, seguimos y seguiremos siendo los mismos.

En un día así, cuando quiero decir tanto que todo se queda atascado.

Cuando quisiera explicar por qué el tiempo, la distancia, los silencios, las experiencias buenas y malas, las discusiones, los malentendidos y todas las palabras dichas, calladas, escupidas, escondidas o insinuadas jamás han hecho que desee que vosotros cuatro -que sois algo así como una constante en mi vida desde tiempos inmemoriales- desaparezcáis de mi lado.

Cuando quiero decir tanto que me atraganto... encuentro la solución en, paradógicamente, dejar de lado las palabras y permitir que los números, por esta vez, lo digan todo...





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