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11 jun 2015

EVASIÓN DE LAS MUSAS



A pesar de estar más que acostumbrada a enfrentarme con el espacio vacío en dos dimensiones donde cuento historias, narro hechos o incluso invento cuentos, hay días como hoy en que no se me ocurre por dónde empezar un texto.

La página en blanco puede ser un mar inmenso que te engulle, que asesina tu creatividad sin ningún miramiento.

Tú la miras, ella parece mirarte a ti.
Se clava en tus ojos llegando a lo más hondo de tu cerebro haciéndote pensar si no habrás perdido la inspiración por el camino.

Inspiración pero... ¿qué inspira al escritor habitual?


Ese que un día descubre lo difícil que es empezar a llenar una página cuando su cabeza no se concentra.

Se supone que te inspira todo lo que sientes por dentro, lo que vives, lo que te hace vibrar.
Lo malo es cuando algo te llena y consume tu energía vital pero sobre eso no quieres escribir por no tocar temas que te pondrán cabizbaja sin terminar el primer párrafo.

Entonces piensas en las fiestas recién vividas, en los buenos ratos, buscas a las musas mirando fotos... y eso sólo empeora todo.

No hace mucho leí a alguien alabando la tristeza, la añoranza o el desamor como buenas formas para invocar un buen texto.


Lo que no explicaba aquel autor era la forma de utilizar tales sentimientos sin que te destrozaran por dentro y ahogaran tus ganas de respirar.

Yo dudo que consiga salir victoriosa de tamaña empresa, temo que antes del siguiente punto y aparte acabaré tirando la toalla y dejaré inacabada esta prosa...

Lo estoy intentando, quiero enfrentarme con más fuerza a ese vacío inmaculado sobre el que las letras van garabateándose despacito, como huellas oscuras dejadas por pequeñas patitas sobre la arena.

Poco a poco entiendo por qué es tan difícil vencer el miedo a escribir sin inspiración.


Porque cuando miras dentro de ti intentando sacar lo que sientes, notas esa blancura de la hoja adentrándose sin remedio en tu alma.

Como si te devorase, dejándote vacía. No me gusta esa sensación, quiero alejarla y mantenerla bien atada para que no me deje hueco el pensamiento. 

Por eso escribo hoy, sin inspiración, sin saber qué decir con exactitud, pero con la certeza de que si no plasmo algo en esta hoja en blanco, vencerá el tedio.


Y eso no lo voy a permitir.



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