Goodbay

Vistas de página en total

26 feb 2016

AQUELLO QUE NO TENDRAS QUE ESCUCHAR



Al principio no te hice caso, ¿recuerdas?
Tuviste que insistirme para llamar mi atención, al menos del modo que pretendías.
Jamás hubiera imaginado que ese sería mi final.

El fin de la persona que siempre fui, aquella que va desnuda por el mundo confiada de que nada puede afectarla, la misma que prefiere ir descalza para sentir cada paso que da. Sin corazas.

Ojalá hubiera podido tener un detector que me avisase del desastre, pero no, me dejé llevar.

Me entregué a ti esa primera vez, a tus besos y tus caricias, pero no, la cosa no quedó ahí, me seguiste buscando y yo seguí dejándome envolver por tus caricias.

Me buscabas y, cuando más cerca me tenías, me alejabas de nuevo.

Un día te mostrabas la persona más dulce y cálida del mundo para pasar a ser de hielo días después, al final no pude soportarlo y dejé que te alejaras sin más.

No tuve fuerza ni valor para decirte todo lo que sentía. Preferí olvidarte.

Cuando regresaste fue como si el tiempo se hubiera detenido mientras no estabas.

Todo lo que pasó durante tu ausencia carecía de importancia.

Una frase bastó para darme cuenta de que mis sentimientos seguían intactos, también sabía que si volvía a caer mi alma estaría perdida para siempre.

Y volví a caer rendida a tus pies, como lo estuve antes.

Sólo que ahora era consciente de que mi persona había perdido la voluntad
y dejado de ser dueña de su vida.

Ahora todo mi ser te pertenecía y sabía que, por más personas que pasasen por mi vida, ninguna podría ocupar tu lugar.

Ahora ya no nos besamos en los labios, nuestras lenguas no se buscan por más que se deseen,
ni siquiera intento mostrar el más mínimo indicio de amor, no sea que ese bloque helado vuelva a interponerse entre nosotros.

A cambio nos dejamos llevar por la pasión, nos abandonamos a nuestros instintos, al deseo más desbordante en donde todo está permitido menos amar



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario