Goodbay

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9 dic 2011

este adios no maquilla un hasta..luego..

Apenas quedaban unos minutos para que partiera aquel vuelo. Billete de segunda clase, avión regular, más tiempo que dinero para perder. Los dedos se entrelazaban sobre la mesa de la cafetería, las miradas se cruzaban y ella, al menos, contenía el llanto.
No importaba lo que hubieran dicho, sabía que era la última vez que estarían así, que aquel hasta luego era un adiós que ninguno se atrevía a mascullar.
Ella se iba a una vida nueva, una vida mejor, dejaba la casa de su madre para buscarse el pan y cumplir sus sueños. Él se quedaba al otro lado de la barrera de seguridad.
Retuvo su abrazo un poco más de tiempo del natural, intentando que su olor se impregnara más aún en su memoria, que su calor la calara hasta los huesos. Memorizó el estremecimiento que provocaron sus dedos rozando la piel de su cadera, repitió de sus labios hasta que el implacable tiempo se lo impidió. Y aún entonces robó una caricia más.
"Pasaporte y tarjeta de embarque, por favor". Un control. "Quítese también las botas". Al pasar la garita ya no quedaban ni sus ojos.
Se centró en recordar aquel mediodía. La última comida juntos. Las cajas de bombones que intercambiaron fingiendo que era San Valentín dos días antes de tiempo, uno antes de que ella marchara. "Contigo todos los días merecían tarjetas", le había susurrado. Y el uso del pasado le golpeó como una realidad inevitable.
Desembarcó. Cogió la maleta. Un autobús. Un tren. Y al caer sobre la cama del hotel rompió la promesa de escribirle. Sacó en su lugar un libro, una partitura. Estos serían sus compañeros de cama ahora. Sus nuevos amores.


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