Soy una niña, pero ya no soy tan niña. Cogí las maletas y me fui de casa. Apenas hace unos días, pero parecen siglos ahora que estoy más perdida de lo que hubiera imaginado.
Me han dicho que algún día conoceré un temblor distinto. Ese escalofrío, querido nadie, que producen unas manos amadas. Ese calor, querido nadie, que explican los libros que no solo templa la piel sino que alimenta algo por dentro. Me dicen los mayores, y se ríen de mi inocencia, que un día te conoceré y todo tendrá sentido: las películas que me parecen cursis, las canciones que parecen bañadas en azúcar.
Cuesta creerlo, querido nadie, es difícil pensar que un día escribiré una carta de amor que suene a poesía, que te conviertas en un alguien a quién comparar con una fuerza de la naturaleza.
Y sin embargo, observo curiosa a ese chico que me sonríe desde el otro lado del bar mientras escribo estas letras. Imagino que pudiera ser él y que pudiera pasear de su mano por el parque. La fantasía dura diez segundos y luego lo desecho. Más tarde sueño, durante otro instante, con los gestos sensuales de la camarera. Me pregunto si podría despertarme cada mañana a su lado y la divagación se difumina con algo en el tono de su voz.
No, querido nadie, no estoy preparada para volverte tangible. Así que este año no prepararé tarjetas especiales ni regalaré bombones en forma de corazón.
No diré te quieros que vayan más allá del cariño. Este año San Valentín será un día más contigo
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