Goodbay

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2 feb 2012

LIQUIDO PESADO



San Valentín ha decidido que la rosa que me regalaste antes de marcharte -ya seca desde hace tiempo- deje que hoy caiga el último de sus pétalos.
Algunos lo llamarían capricho del destino, otros se empeñarían en bautizarlo como reveladora coincidencia; siempre he sido una escéptica, pero esta mañana he maldecido al universo, en general.

Tus fotografías están guardadas bajo llave y la llave ha decidido que extraviarse era la opción más sensata.
No me atrevo a deshacerme de los recuerdos, no me atrevo a recordarte.
Me quedaban tu rosa y nuestros nombres tallados en el tronco de un árbol a miles de kilómetros de aquí.

Cuando esos mismos kilómetros, que se transforman en frontera infranqueable en forma de distancia, se alían con los segundos, solo queda asentir y resignarse. No miro mapas para intentar obviar la lejanía, reniego de los relojes procurando difuminar las esperas. Asentir y resignarse, conozco la teoría. Sí, demasiado lejos; sí, demasiado tiempo.

Mi –nuestro- piso es una zona de guerra desde que no estás.

Sabes que siempre he pecado de caótica, solías perdonármelo.
Sabía moverme ágilmente por muy laberíntica que fuese la situación cuando tú eras mi Estrella Polar en las noches oscuras. Hoy el sol brilla en las calles y yo me pierdo en mi propia casa.

Por si algún día, desde algún lugar, me leyeses: feliz San Valentín.

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