Goodbay

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1 oct 2011

Como antes

Ya estaba allí cuando llegué.

Entré por la puerta y cuando nuestras miradas se cruzaron, ella estaba atenta a mi llegada, me sonrió y me hizo un gesto con la mano.

La miré, tan bonita como siempre, y tan simpática. Me acerqué a su mesa y nos dimos los dos besos protocolarios.

Empezamos a hablar, nos preguntamos cómo nos iba y qué tal con nuestros nuevos grupos, hacía tiempo que no coincidíamos.
Nos habíamos visto un par de veces, habíamos quedado para cenar incluso, pero ya nada era como antes. Nunca nada volvería a ser como antes.

Algo había cambiado. Todo había cambiado. Se acabó el reír hasta el amanecer, el no parar de hablarnos y de contarnos todo sin importar el tiempo.

La miré a los ojos y se calló. No recordaba bien qué acababa de decirme, así que le sonreí y le pedí disculpas con una mueca que no sabría describir.
Ella sonrió y me colocó la mano sobre el muslo restándole importancia a mi despiste.
Me dijo que estaba contenta de volver a verme. Yo también lo estaba, pero ya nada era como antes. Nunca nada volvería a ser como antes.

Seguimos hablando un buen rato. Ella estaba feliz, le iba bien sola.

Hacía lo que quería cuando quería, sin dar explicaciones y si le apetecía pasar un rato con un amigo lo hacía.
Tenía muchos amigos. Siempre los había tenido.

Me sonrió de nuevo pero esta vez en una mueca triste y melancólica, al menos así lo entendí.
Me echaba de menos. Me echaba de menos tanto como yo a ella.
Un calambre me recorrió la espina dorsal.
Nunca podría ser sólo su amigo.

Y nunca nada volvería a ser como antes.



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