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10 oct 2011

Diario de una agente especial

Los finales nunca son fáciles. Incluso cuando llegan por decisión propia, cuesta enfrentarse a ellos.
No es fácil dejar un grupo después de toda una vida compartiendo giras, discusiones, fans; por muchos motivos, y muy justificados que estos sean, por mucho que seas consciente de que la decisión es la correcta, dar el paso cuesta.
Lo mismo pasa cuando llevas toda tu vida trabajando como policía, por ejemplo. Y un día te cansas y decides quitarte el uniforme, tomarte tiempo para ti. Sin embargo, no puedes evitar seguir mirando si hay huellas en los locales que frecuentas.
Y ¿cuántos ex agentes especiales sonreirán cuando diga que ya pueden dejar de vigilar su apreciada lista? Que ya no hace falta que controlen criminales, ni que se pongan a seguirlos. Ya podéis quitaros de la cabeza la estrategia que seguirías para pillar a ése en concreto, podéis dejar de frustraros por haberlo tenido al lado y tan sólo haber podido avisar al agente de turno. Esa ya no es vuestra labor.
El hombre es, dicen, un animal de costumbres.
Si nos cuesta asumir cambiar esas etapas de nuestra vida, que sólo forman parte de la evolución de cada uno, que somos nosotros quienes normalmente las decidimos. Si se nos hace difícil porque convertimos algo material en algo sentimental, algo nuestro... ¿cómo afrontar el final de una relación? ¿Cómo afrontar que acaba porque una persona deja de existir? ¿Cómo enfrentarse a un mundo en el que esa persona ya no está?
A todos nos toca, antes o después, vivir esta realidad tan cruel. Lo vemos venir, somos conscientes de lo que está pasando. A veces tan sólo tarda unos días, otras veces ese tiempo se alarga... pero lo vemos venir. La espera es una agonía, es un castigo. Como si no fuera suficiente saber lo que viene, tenemos que ver cómo se les escapa la vida de entre los dedos poco a poco, segundo a segundo, calada a calada... Y esa maldita esperanza que no es bienvenida porque no la necesitas, no la has invitado, no quieres engañarte... pero se instala en tu corazón, como un amigo que viene a visitarte una tarde y decide quedarse un par de días en tu salón.
Amigos que te quieren dar su apoyo, que tienen miedo de que la oscuridad que sientes se te lleve, que quieren que seas consciente de que les tienes; pero que no saben que lo que necesitas es silencio.
Frases hechas, "Todo irá mejor" "Es cuestión de tiempo", que no ayudan porque uno no puede creer que el dolor que siente vaya a pasar en algún momento.
Recuerdos felices que te martirizan, que no puedes disfrutar porque te duele demasiado pensar que no crearás ninguno nuevo... no con él como protagonista.
Y el mundo que sigue girando, es mucho más feo, pero sigue girando como si nada. Tú te has roto, pero la vida sigue. Y no lo entiendes.
Y te pones a escribir, porque hiciste una promesa; escribes de una forma fría y mecánica. Intentando alejar las palabras de ti todo lo que puedes, como si no fueran tuyas. Y cuando estás acabando, cuando el nudo en la garganta amenaza con obligar a tus dedos a ponerse infinitamente más emotivos de lo que quieres, de lo que te permites, paras un segundo y coges aire. Y escribes las últimas frases aguantando la respiración.
No sabes si podrás seguir adelante. Ni si quiera sabes si quieres hacerlo en un mundo en el que esa persona ya no existe. Pero no puedes rendirte. No sin luchar.
Luchemos.



1 comentario:

  1. "la espera es una agonía, la espera es un castigo" ... a persar de que el castigo está considerado como algo malo, algo que no queremos... hay gente que lo necesita pare seguir adelante. Si has puesto a un agente especial como ejemplo... yo pondré a los seguidores del Opus Dei.

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