Goodbay

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5 ene 2012

Dime de quien vienes y te diré que eres

Es un hecho irrefutable que las raices y apellidos de cada cual pueden predisponer al resto del mundo a conformar una imagen de alguien y no coincidir con la realidad. Es un hecho indiscutible que a todos nos gusta que, en caso de tener que ser juzgados (obviamente no me refiero al sentido jurídico de la palabra), lo seamos por nuestras acciones y no por las que otros miembros de nuestra familia hayan podido realizar sin tener nosotros ni siquiera constancia de ello. Y también es un hecho innegable que la historia de cada cual, el pasado, es algo que no podemos evitar y que si algo de él no nos gusta, antes o después saldrá a la luz, con mayor o menor fortuna. Aunque el apellido parezca un estigma que nos persigue es también parte de nosotros y por mi parte no hay mayor orgullo que mirar atrás y decir "De ahí provengo". Tengo la suerte de pertenecer a una familia sin graves problemas internos (al menos que yo sepa...), pero si los hubiera habido, creo que intentaría hacerme ver como lo que soy, y no como los demás puedan verme por tener la familia que tengo. Cada cual es libre de continuar el apellido familiar o no, y en ambos casos es cosa nuestra, de cada cual, el hacerse reconocer por su propia valía y no por lo que los demás puedan conocer de nuestro origen familiar.

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