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5 ene 2012

Miedo

El túnel del miedo. ¿Quién en su sano juicio se aventuraría hacia un lugar con ese nombre? Después de darme cuenta de que yo no debía ser una de esas personas que se mantienen en sus cabales, reservé mi vuelo a Singapur con una sonrisa de niña pequeña a punto de abrir sus regalos de navidad. En los años anteriores ya me había enfrentado al tétrico bosque moscovita, al sofocante desierto de Johannesburgo y a la extrema montaña de Tromso. Sólo me faltaba conocer a las musas que habitaban en Singapur, enfrentarme por fin a mis miedos. Una vez frente al acceso al túnel toda perspectiva previa cambia: ¿de verdad todo esto es una buena idea?, ¿de verdad va a valer la pena entrar ahí dentro?, ¿qué garantías tengo de salir de una pieza? Si hasta ese momento me creía perfectamente preparada, toda seguridad previa parece sumamente ridícula cuando te encuentras ante la boca de una cueva oscura y angosta, sin saber muy bien hacia donde conduce. Esta vez tengo una brújula, me han asegurado que me ayudará a no perder el norte, supongo que sería lo lógico si esa ha sido siempre su función. Lo curioso es que nada más adentrarme en el túnel me siento totalmente extraviada, y no sólo eso sino que los recuerdos de una horrible pesadilla que había tenido de niña comienzan a agolparse en mi cabeza. ¿Por qué ahora si jamás me había parado a pensar en aquella pesadilla recurrente desde hacía años? La oscuridad no ayuda. Cada dos por tres siento como si algo tratase de agarrar mis pies y de arrastrarme contra una de las paredes del conducto. Procuro evitar gritar, más que nada por el miedo a que un solo sonido pueda descubrir mi posición a lo que sea que habita en dicho túnel. Los nervios cada vez están más a flor de piel y empiezo a estar completamente aterrada, necesito salir de aquí cuanto antes. Sólo la imagen de las musas iluminando el final del túnel hace que por fin pueda respirar aliviada. Lo he logrado, aunque me cuesta creérmelo. Todo parece haber sido bastante más ridículo ahora que lo miro desde la seguridad del exterior, pero sí, lo admito, nunca había pasado tanto miedo en mi vida. Así y todo, ha valido la pena, tenía ese reto pendiente con mis miedos y lo he superado

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