Habrá tantos estilos de editorial como editores que los escriban, todos ellos serán únicos.
En lo personal el editorial nace de mi interacción con el mundo, de lo que pasó en los últimos días mientras la revista se iba cocinando y está relacionado directamente con la temática de la semana, ya sea de celebraciones o de lo que haya recibido en la redacción.
Hay noches, como hoy, donde las musas tienen cientos de temas y si embargo no nos inspira escribir sobre ninguno de ellos.
Por un lado está la música, vedette indiscutible teniendo al Big Bang en marcha, por otro, la palabra como protagonista de nuestro día a día.
Con las oposiciones a editor en carrera me es inevitable caer en el recuerdo de cuando yo estaba ocupando el lugar de los aspirantes a editor.
Los nervios, la ansiedad, las noches en vela esperando que nos dijeran si habíamos pasado a la segunda fase y la espera interminable a que llegara la resolución final.
La palabra será sin dudas quien se lleve todas las estrellas, ya que tanto en las postulaciones como en los artículos referidos como muestra del trabajo como escritores, será ella quien nos demuestre –de algún modo- quién está detrás de la pluma.
Habrá entusiastas, idealistas, soñadores, también amantes del drama.
Tendremos aquellos tan versátiles que serán capaces de escribir sobre cualquier tema con solo tener una pequeña pauta que seguir y por supuesto, los infaltables críticos por amor a criticar sin motivo, esos que creen que son los dueños de la verdad y cuya escritura denota la personalidad arrogante detrás de la que se esconde una persona insegura de sí misma.
La palabra, sin dudas, es el mejor reflejo de nosotros mismos.
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