Goodbay

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6 jul 2011

apreciadas cartas

Llaman a la puerta, me levanto agitado y corro a abrirla.
Como todas las mañanas, un hombre alto y delgado me tiende su mano para que coja las cartas. Firme aquí, me dice.

Cierro la puerta y sin perder ni un segundo me siento en el suelo a mirar de quienes son. Veinticinco cartas, de las cuales tres son facturas, todas las demás de la misma persona. Dejo a un lado las facturas y comienzo a leer.

Como en el mayor de los chutes, mi imaginación se sumerge en un mundo de fantasía y felicidad. Dragones de dos cabezas contra los que luchar y torres de miles de pisos a las que subir son pruebas de ello. Continuo leyendo y mi mente pega un salto a una historia de amor.

Una pareja descubre por primera vez la grata sensación de pasear juntos agarrados de la mano. Me imagino sus caras de vergüenza al mirarse el uno al otro, todas debidas al amor juvenil que se ofrecen. Descubro como ambos...

Me pongo a llorar. Me incorporo y echo a andar hacia mi habitación mientras involuntariamente me seco las lágrimas.

Cierro los puños y muerdo con fuerza hasta que el clasclas del crujir de los dientes hace eco en el local.

Agarro con maña mi pluma y me siento frente a la mesa. Faltaban cartas, o no, pero sé que tenía que escribir en esa historia y contribuir a hacer de ella un cuento sin final.

Ánimo.

1 comentario:

  1. no me aparece un hombre algo y delgado.. pero sí he corrido alguna vez por los e-mails

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