A Calíope le gustan mis cuentos para dormir. Esos en los que las princesas se escapan voluntarias a la gruta del dragón y le dan calabazas a príncipes que, sin conocerlas, creen que pueden salvarlas. Le gustan los cuentos en que las mujeres poderosas e inteligentes no son brujas, sino magas. Esos en los que las hadas no se enamoran de un niñato como Peter Pan y eligen escaparse con Garfio. Mis cuentos, como los de cualquier madre, acaban con protagonistas alegres que sólo conocen los días de vino y perdices.
Calíope, medio dormida, siempre pregunta, ¿y después, mamá?
Y yo callo, para no responderle aún que el único secreto de las historias felices es saber dónde poner la palabra fin.
Sigamos defendiendo la alegría, de las ausencias transitorias y de las definitivas.
El que no ha amado en esta vida no sabe lo que es vivir. El que ama y sirve, sirve su vivir. Pero no todo lo que brilla es oro y uno debe de aprender a vivir así, a veces el amor no es lo que parece y otras amamos lo que no se debe amar. Aprendí a esperarte en los días soleados y en aquellos con lluvia, en los días para celebrar y en los que solo pasaban por pasar. Te he deseado como nadie más podrá hacerlo,porque tu y sólo tu eres poesía
me gusta mucho.
ResponderEliminarA todos nos gusta adentrarnos en lo desconocido, en lo canalla, en lo que no podemos domar... Solo alli podemos esperimentar algo nuevo y sobre todo nuestros limites... Muy buena Selene, ya sabes mi pasion por lo medieval...
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