Hay días en el que el corazón podría ser más prescindible, algo que puedas quitarte y dejar en algún cajón antes de salir. Por desgracia, esos días igual que el resto, tenemos que llevarlo puesto. Dependemos de un ritmo cardiaco que no cesa, que es constante, y que nos punza a cada latido.
Somos todo corazón, y quien pretenda negarlo se engaña a si mismo. Somos un cúmulo de sentimientos contradictorios que un día nos hacen estallar de felicidad y al siguiente nos hunden en el peor de los desencantos.
No podemos deshacernos del corazón y permanecer impasibles hasta que cesen las tormentas. Al contrario, es de los momentos en que más presente lo tenemos. Y no nos queda otra que tomar aire y sentir. Sentir en lo bueno y en lo malo. Sentir, latir y joderse cuando duele...
El que no ha amado en esta vida no sabe lo que es vivir. El que ama y sirve, sirve su vivir. Pero no todo lo que brilla es oro y uno debe de aprender a vivir así, a veces el amor no es lo que parece y otras amamos lo que no se debe amar. Aprendí a esperarte en los días soleados y en aquellos con lluvia, en los días para celebrar y en los que solo pasaban por pasar. Te he deseado como nadie más podrá hacerlo,porque tu y sólo tu eres poesía
en una esquina, subiendo en el autobús, girando la cabeza, esperando.
ResponderEliminarEn cualquier momento, en cualquier parte... algo (o alguien) puede hacer variar el ritmo de tu corazón (para bien o para mal).
Que nada nos quite esa certeza.