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7 jul 2011

érase una vez

(...)Llenó sus bolsillos de pequeñas notas escritas en papelitos de cuadros azules. Trozos de hojas de una libreta donde tendría que estar aprendiendo a ser una adulta y, sin embargo, solo era capaz de darle uso al papel para escribir guiños bordados de hilo de besos.


Pasaba a su lado las horas, observaba su forma y su perfil, olía su pelo y le abrazaba sin avisar tan fuerte como sus pequeños brazos le dejaban achuchar. Y en cada abrazo robaba la esencia de aquel hombre para guardarlo por siempre en su cerebro, respiraba profundamente cada palabra que de sus labios salían y cada movimiento que sus manos dibujaban.

Cuando no se daba cuenta, cuando más profundo parecía dormir, era cuando llegaba por detrás a llenar sus bolsillos de papelitos. Y en cada nota un sonrojo y un deseo. Y cada nota un cúmulo de cosas que no pasaban y se sumaban para querer un poco más al final del día.

Cada uno de ellos era bien recibido, respondido con ciento siete notas de una canción que daban pie a un movimiento de cadera en la pista de baile del reino.

Cuenta la leyenda que la joven dama gustaba de buscar en lo imposible, de dejarse atrapar por quien parecía dar tres pasos adelante y dos hacia atrás. Dicen los libros que la pequeña muchacha no pretendía, pero cuando parecía querer algo, más lejos se iba lo que era su deseo.

Y como buena leyenda de cuentos para dormir, sin hadas ni duendes ni elfos, había brujas malvadas y manzanas podridas, polvo en las pestañas pero en ningún otro lugar más, vecinas cotillas, verdugos y cuervos.

Erase que se era, en un lugar llamado ..., un cuento que no termina de comenzar... una esclava de las olas de la vida y del dejarse llevar, una sirvienta del bien ajeno, de la felicidad en el rostro de un desconocido... la historia de una muchacha que olvidaba siempre ser feliz para ella misma.

Y no aprendía aunque alguna vez creyó hacerlo

1 comentario:

  1. Sergio Poti07 julio, 2011

    "un cuento que no termina de comenzar..." Pero puede haber una esperanza en el que se de un giro y un caballero sea él que con mano firme continue hasta que llegue al punto en el que las perdices se pongan en la mesa...

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