Por desgracia, esos días igual que el resto, tenemos que llevarlo puesto.
Dependemos de un ritmo cardiaco que no cesa, que es constante, y que nos punza a cada latido.
Somos todo corazón, y quien pretenda negarlo se engaña a si mismo.
Somos un cúmulo de sentimientos contradictorios que un día nos hacen estallar de felicidad y al siguiente nos hunden en el peor de los desencantos.
No podemos deshacernos del corazón y permanecer impasibles hasta que cesen las tormentas.
Al contrario, es de los momentos en que más presente lo tenemos.
Y no nos queda otra que tomar aire y sentir.
Sentir en lo bueno y en lo malo. Sentir, latir y joderse cuando duele...
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