Donde la energía que mueve el orden de las cosas fluye ajena al exterior, donde lo notorio son los latidos, donde Vida se escribe en mayúscula y es una en la que los rayos se cuelan a diario para templar con su calidez la piel.
Las minúsculas arrugas en la comisura de los labios y alrededor de mis ojos delatan medias sonrisas y miradas que de tanto en tanto gustan de fijarse en ombligo ajeno. Fuerzas superiores bendicen definiciones que lejos de sonar disparatadas se aúnan consolidando el mantra universal que rige mi mundo.
La tristeza es algo inherente al ser humano, la felicidad...bocados de efímera realidad que alimentan los interminables sueños en los que elegimos vivir.
Nadie debería esperar nada a menos que se haya rendido a El, como yo.
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